jueves, 2 de noviembre de 2023

Una historia de amor en la granja

 



     Cuenta la historia que hace mucho, pero mucho tiempo vivían dos criaturas muy especiales: una cigüeña llamada Lorenzo y una gallina llamada Fiona. Lorenzo era una cigüeña elegante, con plumas blancas y largas patas. Fiona, por otro lado, era una gallina de color rojo brillante con un copete llamativo en la cabeza.

Lorenzo era una cigüeña tranquila y soñadora, a menudo pasaba horas observando el cielo y volando alto. Por otro lado, Fiona, la gallina, era conocida por su fuerte carácter y su orgullo. Aunque vivían en la misma granja, sus mundos parecían estar separados por un abismo.

 Al principio ninguno de los dos quería saber del otro, pero el amor resultó ser más fuerte, y finalmente, decidieron casarse."

     En la granja se armó un terrible revuelo porque cómo una especie de cigüeña iba a casarse nada más ni nada menos que con una simple gallina.

” Las cigüeñas tenemos una elegancia innata”, decían las viejas comedidas.

“Sí, Sí, es cierto, y, además, traemos al mundo a los bebés'.  dijo la otra exagerando.

     Cómo una cigüeña iba a traer bebés al mundo. Los niños, curiosos y sorprendidos, solían hacer preguntas sobre cómo las cigüeñas hacían eso. Y eso, mis pequeños amigos, es otra historia maravillosa que algún día aprenderán, sobre cómo las cigüeñas son parte de la magia de traer nuevos bebés al mundo.

     Pasaron los años y las ciguellinas fueron cada vez más, hasta que formaron su propia comunidad dentro de la granja, llamándose a sí mismas ciguellinas.

Eran muy celosas de su espacio al que no dejaban ingresar a nadie.

     Un día Lucy, la más piscueta de las ciguellinas jóvenes, salió de su corral y se fue por ahí a conocer al resto de los animales de la granja. A todos les contaba la historia de amor de sus antepasados.

No va que llegó al chiquero y uno de los cerditos más jóvenes se volvió loco cuando la vio y pensó:

” Si su tatarabuelo se casó con una gallina, yo podría conquistarla y casarme con ella”

     Lo que él no sabía era que en el corral de las ciguellinas la esperaba enamoradísimo Fito, su novio, que la amaba y la admiraba por su belleza descomunal.

     Ella era orgullosa y a veces le costaba mucho a Fito complacerla. Semana tras semana, le hacía regalos sencillos pero sinceros, ya que no tenían mucho dinero para lujos. A pesar de su actitud, ella sabía en su corazón que Fito era el indicado para formar una familia, aunque no siempre se lo demostraba y lo mantenía ocupado con sus caprichos.

     Un día, Fito se cansó de tanta cháchara y buscó refugio en otra ciguellina que sí lo apreciaba tal como era y sin importarle su posición económica.

     Cuando Lucy descubrió la relación entre Fito y la otra ciguellina, se llenó de tristeza y rabia consigo misma por haber sido tan orgullosa y soberbia.

     Lucy comenzó a pensar en mil formas diferentes de reconquistarlo, pero, aunque ella ocupaba un lugar especial en su corazón, no le demostraba su amor mientras se paseaba de la mano con su nueva amiga.

    Un día, finalmente Lucy dió enfrentarse a Fito y le expresó cuánto lo quería. Le prometió darle el amor y el valor que él merecía si volvían a ser novios. Fito la abrazó y la besó dulcemente, y nunca más se separaron.

“La soberbia es mala consejera. Nos convierte en monstruos que alejan a los demás de nuestro lado y saca lo peor de nosotros. Debemos valorar y demostrarles a nuestros seres queridos cuánto los amamos y no creer que somos imprescindibles.”


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